sábado, abril 17, 2010

Ehm...

... lo que viene siendo escribir podría considerarse una tarea ardua en las presentes condiciones, peeeeeeero dada la falta de autocrítica, y las ganas de ir contra natura, me dedicaré a ello durante unos minutos (salga lo que salga).

Primeramente, resaltar la ebriedad de mi organismo (la chuza que llevo para los de la LOGSE). Segundo, si por azar hubiere de mencionar hechos altamente comprometidos, permítaseme pedir perdón por anticipado. En tercera instancia, paso a relatar conmovedores pensamientos de un alma en pena:



Érase una vez, un barquito chiquitito... que llevaba un gran cargamento de bosta. Dicha bosta, proveniente de las lejanas tierras de Plutón (antiguo planeta del sistema solar, actualmente desterrado y revocado al título de "planeta enano"... pobriño...), forma parte de un gran plan para llenar de mierda todo el primer mundo de nuestra querida Tierra. Sí, aunque nadie se dé cuenta, el primer mundo se está llenando de caca (por decirlo finamente) y nada podemos hacer para evitarlo.

El susodicho barco navegaba pacíficamente por las aguas del Pacífico, hasta que un buen día topó con las irregulares costas esitiórcunas. Allí fue a derramarse todo el preciado cargamento, que supuestamente debía llegar a las orillas secaréficas... es decir, que por suerte o desgracia, los mandamases se fueron a cagar en Esitiorcún.

Nada, que los lugareños (muy curtidos ellos en la lluvia de mierda) decidieron tomar la catástrofe como bendición divina. Así fue que usaron los desperdicios en su propio beneficio, sembrando verduras y legumbres por doquier y viendo como crecían felizmente las plantas hasta convertirse en nutritivos alimentos. (De haber caído en otra parte, seguramente la gente hubiera desayunado excrementos animales durante meses, demostrando buen gusto y soltando elogios de la calidad de dicha materia prima).

Finalmente, con el valor añadido a la gran producción, lograron los esitiorcunanos ganar muchísimo dinero, que optaron por invertir rápidamente (y en su totalidad) en más desechos de seres vivos.

Sabios, aparentemente, e inteligentes, hasta terminar el párrafo, demostraron ser los estiorcunanos... pero por motivos ajenos al entendimiento de los infraseres que somos, decidieron emplear el nuevo, fresco y magno volumen de estiércol en la confección de unos sorprendentemente sobrevalorados platos de alta cocina. Acto seguido, del primero al último esitiorcunano probaron bocado. Es más, el que menos comió quedó saciado hasta el día de su muerte (pocas horas después, ese mismo día).

Y tristemente concluyo mi relato... esta historia de cómo las gentes de Esitiorcún, hoy olvidadas, se extinguieron para siempre.


Molleja, y cuando digo molleja quiero decir moraleja: convertir un poco de mierda en mucha mierda lo hace cualquiera... pero para tragársela toda después hay que ser gilipollas.




PS: cualquier similitud con la realidad o los sueños es mera casualidad, y si no... pues nada.

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